“Con los padres de las víctimas, sostengo:
no hay nada peor
que estar enfermo de incertidumbre.
Y vivos los queremos.”
––Enrique González Rojo Arthur

La primera vez que conocí a los familiares y a los compañeros de escuela de los 43 estudiantes desaparecidos de Ayotzinapa, casi sentí que los conocía de antes. En abril del 2015, las familias de los estudiantes y otros activistas llegaron a Nueva York en la caravana con la cual cruzaron los Estados Unidos. Buscaban apoyo internacional para su lucha por la justicia. El brutal ataque del 26 de septiembre del 2014 había dejado un saldo de tres estudiantes muertos, 43 desaparecidos y cerca de 50 que habían sobrevivido escondiéndose o escapándose. Como miembro de un jurado internacional del Tribunal Permanente de los Pueblos (TPP), los escuché relatar la angustia de la desaparición y culpar al gobierno mexicano de obstrucción de la justicia: “Fue el Estado”.[i] Sus testimonios resonaron en un mar de caras—las 43 fotos ampliadas de los hombres jóvenes de caras serias que ahora estaban desaparecidos. Al final de la sesión, todos exclamaron en unísono, “¡Vivos se los llevaron, vivos los queremos!” y “¡Presente!”

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Fotos de los 43 en Washington Square Park, 2015

Las fotos, las madres en duelo y las consignas políticas son algo muy familiar para alguien que ha seguido los movimientos de madres desde que las Madres de Plaza de Mayo comenzaron a protestar en Argentina a finales de los años setenta. Esta puesta en escena en Nueva York, entonces, ubicaba la desaparición en un continuo de políticas criminales que se extiende hasta el presente. Las fotos, el sufrimiento de los familiares y las consignas exigiendo justicia eran señales de una presencia espectral del pasado—haciendo visible cómo el estado puede ‘desaparecer’ a sus opositores. La angustia de las familias al no saber ni el paradero ni lo que les pasó a sus seres queridos, combinada con las pancartas y las consignas exigiendo verdad y justicia, han pasado a ser, desde los años setenta, una forma de protesta fácilmente reconocible. Otros grupos, desesperados por obtener información sobre sus desaparecidos, la han adoptado. Las “Madres de los Sábados” de Turquía se sientan en una plaza central en Estambul rodeadas de fotos de sus desaparecidos, con la fecha de su desaparición escrita en ellas. Las fotografías de la exhibición Yuyanapaq: Para recordar, que documenta la violencia del conflicto interno en el Perú entre 1980 y 2000, muestran a mujeres que sostienen en sus manos las pequeñas fotos de cédula de sus desaparecidos.[ii] Más recientemente, madres centroamericanas buscan as sus hijos e hijas desaparecidos, que salieron de sus casas como migrantes rumbo a Estados Unidos. Estas madres viajan por México en caravana, llevando sus fotos en la mano y en la ropa, exigiendo justicia. Cada variación contiene algo de su contexto local y a la vez es inmediatamente identificable. Estas puestas en escena siempre hablan de la violencia específica de la desaparición. Si bien este tipo de protesta está generalmente asociada con grupos de mujeres (y específicamente madres), en el caso de Ayotzinapa los padres también se han movilizado. Los compañeros de escuela de los 43 también son hombres debido a las separaciones de género de las escuelas normales. Cada iteración transmite un golpe: el ahora, el otra vez y el aparentemente siempre de la desaparición.
El ataque a los estudiantes sacudió a México y al mundo. Unos 100 estudiantes de Ayotzinapa fueron a la ciudad vecina, Iguala, a requisar los buses que los llevarían a la Ciudad de México para conmemorar la masacre de estudiantes por parte del estado en 1968 en Tlatelolco. En Iguala, fueron ferozmente atacados por la policía municipal, agentes federales y una banda de narcotraficantes, los Guerreros Unidos. La causa de los 43 se convirtió en una consigna para millones de mexicanos, tal como ocurrió con la masacre de Tlatelolco y “el 2 de octubre no se olvida” años antes.
El asesinato es un acto sencillo y directo de brutalidad. La desaparición, por su parte, es un proyecto político que conlleva la mutilación intencional de cuerpos y de evidencia con el fin de tornarlos irreconocibles. La desaparición nombra el agujero negro del encubrimiento sistemático. Desaparecen los hechos verídicos, las personas y las circunstancias de su muerte o de su captura. Como deja claro el teórico mexicano Roberto González Villarreal, “la desaparición no es un exceso, no es un error; es un dispositivo represivo específico”. [iii] La desaparición, continúa González Villarreal, “no es un evento, sino un proceso, un ensamblaje de acciones, omisiones, confusiones en las cuales muchos agentes participan”.[iv] En este sentido, los que gritaban “Fue el Estado” tienen razón. El presidente no ordenó los asesinatos, las torturas ni las desapariciones; el Estado, desde el presidente hacia abajo, creó a los “desaparecidos” al permitir la desaparición de toda evidencia y al amenazar a quienes buscan la verdad. Entre los involucrados en la eficacia de la desaparición hay integrantes de las fuerzas armadas y el aparato de seguridad, el poder ejecutivo y el poder judicial, peritos que manejan la evidencia, burócratas que manejan documentos y periodistas obedientes, entre otros.
Frente a la desaparición como práctica política continua, los testigos y la fotografía juegan un papel fundamental en el esclarecimiento de estas atrocidades. Emily Pederson ha acompañado a las familias y a los compañeros de los 43 casi desde el principio de su lucha por encontrar a sus seres queridos. El acompañamiento, en este caso, no significa solo estar con, por importante que eso sea. También significa escuchar, presenciar y documentar los hechos a medida que van ocurriendo, al mismo tiempo que ella ayuda y apoya a los que continúan su dolorosa búsqueda por la justicia. Tomadas entre enero del 2015 y marzo del 2016, las fotografías de Pederson se hacen parte de esa búsqueda. Como escribe Dori Laub, la testigo del trauma se convierte en una “co-participante y co-dueña” del evento traumático.[v] Si “el trauma masivo imposibilita su registro”, en las palabras de Laub, “este registro queda pendiente”. En este sentido, Pederson es tanto testigo como cronista. Ella es la que crea el registro.[vi]

 

Hasta Encontrarte nos permite compartir este registro, no solo del ataque a los estudiantes y su desaparición, sino también de los esfuerzos de los familiares, amigos, activistas de derechos humanos y testigos-cronistas como Pederson de llevar a los culpables ante la justicia. Tal como en los años setenta, hoy se siguen escuchando los gritos, “¡Vivos se los llevaron, vivos los queremos!”
¿Y qué pueden lograr el reclamo “vivos los queremos” y el performance de la fotografía contra el proceso de desaparición como estrategia política? Estas protestas de inmediato hacen visibles la continuidad de estas prácticas criminales y la resistencia. Las personas siguen desapareciendo—y resistiendo—desde entonces hasta ahora. Los movimientos sociales de madres y familias de los desaparecidos ya abarcan cuatro décadas. Las Madres de la Plaza de Mayo nos recuerdan que la protesta es una performance duracional. Su resistencia afirma los valores que nos unen: el amor, el cuidado mutuo, la lealtad y la perseverancia. Sin importarles que al principio las descartaran como las “locas” de la Plaza, la persistencia de las Madres fue indispensable para que se abrieran los juicios contra los violadores de derechos humanos durante el gobierno de Cristina Kirchner. Estos grupos demuestran que la protesta funciona. El poder simbólico y a veces real de los “sin poder” inspira a otras a seguir protestando, contra viento y marea.

Dori Laub, “Bearing Witness, or the Vicissitudes of Listening,” in Testimony: Crisis of Witnessing in Literature, Psychoanalysis, and History, edited by Shoshana Felman and Dori Laub (New York: Routledge, 1992), 57.

Ibid., 143.

Roberto González Villarreal, Ayotzinapa: La rabia y la esperanza (Mexico: Editorial Terracotta, 2015), 140.

The non-binding Permanent People’s Tribunal (or PPT)––started in Bologna in 1979 to bring charges against governments for egregious crimes that their countries will never persecute––has been the only “court” to hold Mexico responsible to date.

The non-binding Permanent People’s Tribunal (or PPT)––started in Bologna in 1979 to bring charges against governments for egregious crimes that their countries will never persecute––has been the only “court” to hold Mexico responsible to date.